Tenía entendido que Tolstoi había muerto en extrañas circunstancias. Que, harto de una familia más pendiente de los futuros derechos de autor que de otra cosa, se largó de casa, a la vejez viruelas, lo más lejos que pudo y acabó desfallecido en una estación de tren, en Astapovo. Preso de una neumonía atroz, pensaba yo, murió en un frío banco de la estación, solo y prófugo de mí mismo.
No fue exactamente así su muerte. Cuando vi en una librería, La última estación (el último año en la vida de Tolstoi), de un tal Jay Parini, lo compré como por un impulso metalector. Hay algo en Tolstoi que me atrae y que va más allá de sus obras. De hecho, dejé a medias en su día Ana Karenina, novela que juzgué en exceso novelesca, como me pasa con las grandes novelas realistas del XIX. Me atrae más el autor que la obra, ¿es normal, doctor? De hecho, leo a ratos desde hace un lustro su primer tomo de Diarios (1847-1894). Los diarios de un escritor que, a su muerte, contaba con un nutrido grupo de tolstoianos, seguidores y admiradores de la obra de León Nikolayevich (así le llamaban). Algo no debieron de hacer bien, porque si bien el legado literario ha perdurado, su mensaje moral, en forma religiosoide, no se perpetuó tanto. En sus últimos años, Tolstoi era casi un mesias, rodeado siempre de una suerte de discípulos, que apuntaban con celo mensajes como éste:
Dios no es amor, pero cuanto más amor hay en el hombre, más se hace manifiesto en él, y más verdaderamente existe.
En su madurez o senectud, Tolstoi, que había agotado la copa de la vida en su juventud, con incontables pendencias, abrazó los ideales de pureza, austeridad, amor e incluso, castidad (al menos, de un modo teórico esto último). Su mujer, con la que convivió 48 años, era una bruja histérica y materialista. Su gran interés (comprensible, por otra parte), era encontrar el mejor postor para las obras de su marido. Había encontrado editores dispuestos a pagar un millón de rublos por las obras, suficiente para sostener a toda la familia Tolstoi, los 25 nietos incluidos, durante toda la vida. León Nikolayevich, por su parte, sólo quería que su obra se defendiera lo máximo posible, que llegara al pueblo. A esos mujiks a los que tanto se acercaba y veneraba incluso en sus últimos años, con los que segaba el heno y compartía disquisiciones.
¿Cómo murió Tolstoi? Es cierto que huyó de su casa, sobre todo de su mujer, Sofia Andreyevna. Pero fue una salida más o menos cabal, en compañía de sus fieles, que le apoyaban en la necesidad de encontrar la paz fuera de la densa Yasnaya Polyana, su casa. Ya viejo, su mala salud de hierro se quebró, y el médico que les acompañaba en su héjira les recomendó parar. Estaban en la estación de Astapovo. Desvalidos, pidieron alojamiento al jefe de la estación, que les cedió con hospitalidad su casa, una humilde casita de campo con paredes de barro y yeso. Allí murió el conde Tolstoi, en 1910, el año en que nació mi abuelo, también llamado León. En su entierro, en el bosque de Zasyeka, se dio orden de que nadie hablaría. Pero un anciano, un mujik, improvisó un breve sermón sobre «el hombre que había cambiado sus vidas».
Todo el mundo escuchó sobrecogido.
Un libro excelente.
La consecuencia del histerismo de su esposa y de otras relaciones no menos desastrosas hace que Tolstoi lleve tres diarios distintos. Uno que queda siempre a la vista de su mujer, otro más privado y un tercero que oculta siempre en una de sus botas.
Está claro que si naciste pa’ martillo no te salva ni la literatura.
Saludos
Ser escritor célebre hace que uno haya vivido o muerto de veinte mil maneras… es como la homosexualidad de Wilde, todo «resabido» tiene su teoría y se permite escribir un libro. No hace tanto leí respecto de Wildeque se debía a que su madre deseaba que fuese niña cuando él nació, el frustrado deseo derivó en patología y a la doña le dió por vestirle de princesita en su más tierna infancia… ahora no recuerdo el nombre del sesudo teórico. Es el precio de la fama.
En cuanto a Tolstoi, ¿de qué otra manera podía morir tan apasionado escritor? Una lástima que sus pasiones ficticias nada tuvieran que ver con su realidad, lo digo por la bruja histérica y materialista de la parienta.
Ignoro mucho de la cultura rusa, el relato que has contado es interesante, esa héjira senil demuestra que nunca es tarde para casi nada.
Los estetas conversos son muy curiosos, tengo muchas ganas de leer «Diario de un seductor» del piadoso y combativo filósofo danés cristiano Sören Kierkegaard.
Salgo en defensa de Sofia Bers, dieciséis años menor que Tostoi que le hizo nada menos que dieciséis hijos. No era fácil vivir con él, parece que no hacía caso de nada, ni de un hijo moribundo, mientras escribía, está lleno de contradicciones y no es extraño que su esposa acabase prácticamente loca a su lado.
Está buena la nota. No concuerdo con lo de Bruja materialista respecto a Sonia. Sin ella, que pasó en limpio siete veces Guerra y Paz, con las sucesivas correcciones de un escritor que tachaba y agregaba en los márgenes con letra ilegible hasta el último momento, las galeras repletas de signos que volvían locos a los editores, una mujer que se hizo cargo de todo, las cuentas de la hacienda, la educacion de los hijos, (ella les enseñaba a leer y escribir) , ella que daba de comer a los invitados perpetuos que llenaban su casa, admiradres, fieles, seguidores fanáticos del «maestro», a los que Sonia en el fondo despreciaba, ella que lo amó con pasión posesiva y desesperada, que le dio 13 hijos, que sepultó a unos cuantos después de pasarse horas y horas junto al hijo agonizante. Sonia, que era bella, inteligente y sensible. No lo comprendía en «un punto», es cierto. NO QUERIA comprenderlo porque ella intuía que la salvación de Tolstoi estaba en la escritura y su perdición en la madeja obsesiva de sufrimientos estériles, moralistas, etc… Ella amaba al escritor y odiaba al profeta… En fin, hablar de
Sonia como de «buja» creo que es un lamentable error. Adoraba la música. Al fin de su vida de casada, era su razón de vivir. Tocaba piano más que bien. Practicaba cada tarde. Leía. Escribía sus diarios y finalmente sus memorias. No era ninguna boba, o mediocre como muchos quieren hacerla parecer…. además, y esto es lo más importante, Tolstoi la amó. La siguió deseando hasta el fin. La eligió como mujer y estuvo con ella 40 años. En fin, algo interesante tendría la señora, no?
Muchas gracias, Sofía, por tu enriquecedor comentario. Por lo que comentas, hablar de ‘bruja’ es no hacerle mucho justicia. Pero que la pareja no fue un bálsamo de aceite parece evidente. Leí hace poco ‘La muerte de Ivan Ilich’ y encontré la mejor radiografía para analizar esa relación, y la soledad que padecía Lev a su lado, y el rechazo que le producía su sola visión. Luego también la quería, pero el amor y el odio a veces se tocan. En fin, interesante tema. Te mando un saludo.
Eduardo, es verdad lo que decís.
Tosltoi sentía un rechazo profundo por momentos hacia Sonia. Pero es que su relación con la mujer era todo un tema. No sé si leíste «el diablo». Es una obra corta donde cuenta el suplicio del deseo carnal en un terrateniente por una campesina. Es genial. Tolstoi se apoya, creo, en su relación con Axinia, la campesina que él, siendo joven, amo tanto como para pensar en un matrimonio. Tuvo un hijo con ella. Timoteo. Era, increíblemente, el hijo más parecido a él. Casi una copia. Tolstoi, mirá la paradoja, no le enseño a leer nunca, a pesar de que en la escuela que fundó enseñaba a leer y escribir a los hijos de sus siervos. Timoteo fue analfabeto. Trabajaba en Yasnaia Poliana como cochero, etc. Pero la cuestión del deseo en él es visto como algo malo, en el sentido de que te quita libertad. Obviamente es cierto. Y en un hombre tan sensual como era él, esto lo hacía sufrir enormemente. Creo que su problema era la lucha entre el ideal y la oscuridad del deseo. La mujer para él sólo es rescatable mediante la maternidad e inclusive este sentimiento lo considera animal. Tolstoi da para mucho. ES difícil escribir sobre temas tan profundos así rápido, en un blog. No lo hago nunca. Estaba en realidad buscando algo en google, sobre una obra de teatro de Tolstoi y caí en tu dirección. Te paso el número de una revista virtual que hizo un dossier sobre Tolstoi y donde escribí un retrato…
http://www.no-retornable.com.ar
Te mando un saludo y te digo que tu nota me gustó, por eso te escribí.
Qué interesante lo de Timoteo. Daría para un relato. ‘El hijo analfabeto de Tolstoi’. Gracias por el enlace y tambíen por este nuevo comentario. Un saludo desde Madrid. Eduardo
Me encanto vuestro intercambio.Creo haber leido por alli que el retrato del complejo matrimoniode Tolstoi es «Sonata a Kreutzer», incluso se dice que obligo a su esposa a leersela a sus hijos.
La novela es terrible, un viaje infernal de celos , desconfianza y porquerias cotidianas mutuas. En fin, la naturaleza de las relaciones entre hombres y mujeres es un tema recurrente en sus obras como las nombradas , y tambien Anna Kareninna, y como todo escritor genial plantea mas interrogantes que respuestas. No debe haber sido facil vivir con el, un hombre con un ego monumental y seguramente justificado. De todas formas , leer a Tolstoi es un oficio inagotable que vale la pena, y en tu lugar Eduardo terminaria AK. Les recomiendo el articulo de Paul Jhonson, «Tolstoi, el hermano mayor de Dios». Saludos a todos desde Buenos Aires.